Por Ignacio Naya - DPA

Su nombre estará siempre unido a la historia grande del fútbol español, pero Andrés Iniesta es un héroe atípico. Nada de grandes campañas publicitarias, nada de mansiones de lujo y nada de tatuajes. Es un hombre del pueblo.

Su primer recuerdo nada más marcar fue para un amigo fallecido, Dani Jarque. El jugador del Espanyol murió súbitamente en agosto de 2009 durante la pretemporada del equipo. Iniesta esperó hasta la final del Mundial para homenajearlo con un mensaje en su camiseta interior. "Siempre con nosotros", se leía.

Una frase que resume la forma de ser de Iniesta, siempre fiel a los suyos. Nacido hace 26 años en un pequeño pueblo de la castellana Albacete, nunca olvida un recuerdo para su gente cuando tiene la oportunidad. Vive en el pueblo de Sant Feliu de Llobregat, a las afueras de Barcelona. Cada vez le resulta más difícil pasear por sus calles, pero no es extraño verlo comprar el diario o comer en un sencillo restaurante en sus días libres.

Su menuda figura, apenas mide 1,70 metros, pasa inadvertida entre la gente. No es un jugador mediático. Pero todo es diferente cuando salta al campo.

Cuando aún era un niño, Pep Guardiola le entregó un premio en un torneo y le aseguró que en unos años estaría viéndolo jugar desde las gradas del Camp Nou. No se equivocó, pero tampoco resultó tan fácil. En sus primeros años en el primer equipo, tuvo problemas para encontrar un sitio en el equipo titular. Primero se le consideró incompatible con Xavi Hernández, con el que hoy hace una sociedad temible tanto en el Barcelona como en la selección. Luego, su falta de corpulencia causó desconfianza en técnicos como Frank Rijkaard.

"El pálido caballero Iniesta no decepciona nunca", escribió ayer el diario italiano "La Gazzetta dello Sport". "Winiesta", tituló por su parte el británico "The Sun".

"Iniesta -resumió el francés "Le Figaro"- fue un símbolo de la fuerza creativa del juego español". Un símbolo dentro y fuera del campo. Un símbolo de un equipo "campechano", como dijo el capitán, Iker Casillas.

"Son chicos limpios, sin prejuicios, maravillosos", sentenció emocionado el seleccionador español, Vicente del Bosque.